Es un secreto a voces. Para encontrar algunas de las mejores playas de la provincia de Málaga hay que empezar por el oeste, por la esquina más occidental. Esa que prácticamente se roza con las arenas de Cádiz. Allí nos encontramos con la localidad de Manilva y sus núcleos, Sabinillas, El Castillo y el Puerto de la Duquesa, que componen la definición perfecta de mar y montaña sin salir de la localidad. Un pequeño paraíso con ocho kilómetros de litoral y una diversidad de paisajes que ya querría cualquier destino de vacaciones. Desde playas urbanas a calas rocosas y salvajes, eso sin olvidar sus reservas protegidas, sus playas conservadas casi intactas por su alto valor medioambiental.
Pero, aparte de playas infinitas, hay muchas más razones por las que este pueblo costero y de fuertes tradiciones se ha puesto de moda. Una fundamental está arraigada precisamente a su historia y a su gastronomía.
Manilva, por supuesto, es sinónimo de mar y por tanto de gastronomía, siendo sus pescaítos fritos y espetos de sardinas elaborados según la tradición uno de sus puntos fuertes. Pero Manilva también es tierra. Tierra de vinos. Y eso es lo que la hace tan especial. La posibilidad sin salir del mismo término municipal de pasear por la playa o por un mar de viñas centenarias. Este tesoro del Mediterráneo conserva a día de hoy las viñas más al sur de Europa. De ellas se obtiene la codiciada uva Moscatel de Alejandría que, al crecer en tierra albariza y bajo el aliento del litoral costasoleño, da lugar a un celebrado vino seco y de notas afrutadas. Desde la tierra, pero muy cerca del mar, se puede disfrutar de las espectaculares vistas que ofrece la Senda Litoral, que discurre desde Sabinillas hasta Punta Chullera y que comprende también la Reserva Ecológica Playas de Manilva, un lugar único en la provincia con más de 150 especies de plantas marítimas protegidas.
Cualquiera que se acerque a esta localidad debe incorporar a su lista de planes la posibilidad de visitar una de sus bodegas tradicionales, de conocer su Museo del Vino, de participar en una cata o –si coincide a principios de septiembre- de ser parte de su popular Fiesta de la Vendimia, en la que todo el pueblo se une para celebrar el fin de la recogida e inaugurar la primera pisa de la uva.
Manilva es alegría, es la hospitalidad de su gente y un lugar perfecto para desconectar y disfrutar. Hay que decir que en este punto, hay que hacer mención aparte para las fiestas que fusionan ocio con tradición. Porque otra de las razones que hacen especial esta localidad es justamente su amplísima programación, sobre todo durante los meses de verano, empezando por San Juan -23 junio- y su tradicional quema de figuras en la playa. También destacan la celebración de la Virgen del Carmen -16 de julio- con su procesión por tierra y mar, la Fiesta de la Luna Llena –en julio- donde la música en directo y el color blanco lo invaden todo, la Noche del Embrujo –en agosto- cuando el pueblo embellece sus calles con cientos de velas o las ferias patronales de Santa Ana -26 de julio- y San Luis -26 de agosto-.
Un calendario repleto para elegir o para simultanear con otras actividades como, por ejemplo, una visita cultural al Castillo de la Duquesa, fortaleza del siglo XVIII asombrosamente conservada, un paseo por el Puerto deportivo o un paréntesis para practicar algún deporte al aire libre, por tierra o por mar, ya sea senderismo, paddle surf, cicloturismo. Mil planes posibles ofrece este rinconcito occidental de la costa malagueña. Y lo más importante: sin el exceso y la masificación de otros puntos de la Costa del Sol.